miércoles, 24 de febrero de 2016

Mis primeras 29 horas en #Gaza, tanto y tan poco

Mis primeras 29 horas en #Gaza, tanto y tan poco

¿Para cuánto dan 29 horas? ¿Es tiempo suficiente para empaparse de la atmósfera de un lugar tan único y especial como Gaza? ¿Es bastante para sentir la magia de un lugar que ha sufrido tantas guerras, tantos bombardeos imposibles de justificar, y que aún así intentan conservar leves sonrisas en las caras de los niños, y de unos adultos que intentan acostumbrarse a vivir con las ruinas y la desgracia?

 La familia Naser, una de las primeras en ver reformada su casa. Pudieron volver a ella tras ser gravemente  dañada hace año y medio en la ofensiva

Comentaban mis compañeras de viaje (y yo coincidía en silencio), una vez superado el control de salida en Erez, que parecía como que habíamos estado una semana entera en la Franja. En realidad había sido poco más de un día, pero la intensidad hacía que el paso del tiempo fuera otro. Dicen que el tiempo pasa muy rápidamente, quizá en Gaza sea al revés.

Hace 8 meses, volvían dos compañeras de UNRWA España de Gaza con vídeos absolutamente devastadores. Drones que desnudaban miserablemente la destrucción y el desastre. Había pasado menos de un año desde la última ofensiva. Bien es cierto, que no hemos visitado las zonas más afectadas, aunque también lo es, para alivio personal y casi espiritual, que ya se percibe una cierta limpieza de escombros y el inicio de la reconstrucción de los edificios que hace ahora año y medio fueron víctima de la barbarie, esa que como nos decía justo ayer la cabeza de la familia Naser, en Beit Hanoun, “no se puede explicar con palabras”.

En ese barrio y en esa casa empezamos nuestra visita una vez recorrido ese kilómetro en forma de pasadizo cercado que resulta tan absurdo y ridículo para cualquier ser humano que acostumbra a vivir en el primer mundo.

La familia Naser, formada por un matrimonio y sus 4 hijos, despertó en medio de la noche con el ruido infernal de las bombas y un pavor que ya nunca se quitarán del todo del cuerpo. Huyeron sin mirar atrás a un colegio reconvertido en refugio colectivo, hacinados en las aulas con otras muchas familias y sin intimidad alguna.

Seis meses estuvieron desplazados hasta que UNRWA les reparó la planta baja de su casa de tres plantas. Ellos quisieran haber vuelto una vez finalizó aquella guerra de 50 días, pero se encontraron una casa calificada con “daños mayores e inhabitable”.

Ahora, viven todos abajo porque queda mucho por reformar, pero al menos viven en SU casa, y vivir en TU casa, NO tiene precio.

Muin Moqat, el coordinador de la Ayuda de Emergencia de Refugio, nos hacía un conciso y directo resumen del estado de la reconstrucción de los hogares gazatíes: “el proceso es lento, ha costado empezarlo, pero ya lo ha hecho, y a partir de ahora se va a agilizar”. Mensaje optimista, esperanzador, como el que nos daba la familia Nasser y como el que ya empezaba, para satisfacción de los testigos, a respirarse en el ambiente.

(Tocaba descansar para empezar pronto el día 2 y seguir aprovechando cada una de esas 29 horas en la franja)

30 kilos de harina de trigo, 3 kilos de arroz, 2 litros de aceite, 1 de azúcar, 800 gramos de leche en polvo, medio kilo de lentejas, 1 de garbanzos y 600 gramos de sardinas en lata. Esta es la nueva cesta trimestral de comida de UNRWA para los refugiados calificados como más vulnerables.

Distribución de las cestas de comida entre los refugiados más vulnerables en el centro de Rafah.

Casi 40 kilos de productos alimenticios que recogen de forma puntual, 39 kilos que los acercan a la dignidad. Trabajadores de UNRWA que concienzudamente trabajan y preparan las cestas para que Gaza sea un lugar más justo, para que la resiliencia persista y el desaliento no halle victoria en los corazones de los gazatíes.

Y también para que los niños recuperen su esperanza y, como niños que son, sigan aprendiendo en las escuelas, para que sepan aprovechar y sacar jugo del tesoro más preciado que les queda: la educación.

De esto saben mucho en la escuela para niñas del campamento de Jabalia, y nos lo muestra y cuenta Khaled Nasser, supervisor del Área de Salud Mental de la misma.

Allí realizan actividades de todo tipo, para fomentar el interés y aprendizaje de los niños, pero también para que esto mismo suponga un salvavidas para ellos y sus familias. Hablamos de niños que han vivido 2 y hasta 3 ofensivas militares. Hablamos de niñas que se han despertado ya demasiadas veces en mitad de la noche, aterrorizadas por los estruendos de las explosiones, traumas que se quedan fijos en sus cabezas y que son tan difíciles de mitigar.

Para ello UNRWA ha ideado las actividades con padres. Se trata de que los padres de los pequeños participen en actividades escolares conjuntamente con ellos para reforzar su vínculo, para que juntos salgan adelante con más fuerza, para unirles.

Los gazatíes se tienen unos a otros, y eso es lo más importante que he aprendido en cada una de las 29 horas que he estado en Gaza. Esa unión es lo que les hace seguir sonriendo, lo que les hace salir adelante a pesar de las adversidades, lo que les hacer seguir teniendo esperanza de que algún día, no muy lejano a poder ser, lleguen a tener una vida en la que la paz sea un estado de normalidad.

Actividades extraescolares con padres para reforzar la unión familiar y potenciar así la salud mental de los refugiados

Sobre el autor: Enrique Sierra trabaja como Communication Officer en UNRWA España. Este es su primer viaje a Gaza... nos escribe desde allí. Esta es la Gaza que intenta seguir respirando, hoy.

Fuente: Enrique Sierra, Blog UNRWA

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