Profesora palestina galardonada combate el trauma con juegos
El ruido indicaba que los estudiantes de segundo año de Hanan Hroub no estaban concentrados en la tarea de garabatear problemas de aritmética en globos. En cambio, los chicos estaban mirando al intruso, un alto periodista alemán que había entrado en el salón para conocer a la “Miss”, como llaman los palestinos a las profesoras, que recientemente había ganado un premio global de educación por un millón de dólares. Y estaban reventando esos globos.
Hroub fue galardonada por el premio global de la educación. Foto: stern.de
Desde que se anunció el premio, el 13 de febrero, los funcionarios palestinos habían homenajeado a Hroub con festivales y títulos honoríficos. Reporteros de todo el mundo se habían apresurado a acudir a su casa y a su escuela. Algunos israelíes la criticaron por ser parte del sistema educativo palestino que, según ellos, incita la violencia, y observaron con desaliento que su marido asistió a la matanza de seis colonos judíos en Hebrón, ciudad de Cisjordania, en 1980. En medio de todo ese revuelo, Hroub, de 43 años de edad, sigue enfrentándose al problema esencial de toda profesora de educación básica: mantener a los niños en sus tareas.
En la mañana del ejercicio con los globos, ella puso cuatro marcas por debajo de una carita ceñuda pegada a la pizarra. La carita sonriente que estaba al lado solo tenía una marca. “No, Miss, no, ahora sí nos vamos a concentrar, se lo prometemos”, exclamó una niña de nombre Shourouq. Hroub y los niños a su cargo discutieron por qué se sentían distraídos y prometieron comportarse mejor. Hroub regresó a la escuela después de haber estado en Dubái, donde ella recibió el premio de la Fundación Varkey, en una ceremonia que contó con la participación del vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y del príncipe Guillermo de Inglaterra, así como la del papa Francisco a través de video. La fundación explicó que ella había sido seleccionada entre 8,000 candidatos por sus métodos de enseñanza, basados en juegos educativos creados por ella para niños traumados por la violencia. El premio le cayó en un momento incómodo: los maestros palestinos estaban en huelga desde hacía semanas para exigir mejor salario. (Horas después de que se anunció el premio, la Autoridad Palestina aceptó otorgar un aumento de 10 por ciento.)
Foto: Dw.com
Madre de cinco hijos de 18 a 23 años de edad, Hroub reveló que había aplicado su enfoque de terapia de juego en la educación para sus propios hijos, a raíz de que soldados israelíes le dispararan al vehículo en que viajaba la familia en un retén militar cerca de Belén en 2000. Hroub no estaba en el vehículo y no sabe por qué dispararon los soldados, pero su esposo, que había pasado diez años en prisiones israelíes, resultó herido. Después del episodio, agregó, sus hijos a veces despertaban gritando en la noche y se volvieron agresivos. “Los maestros de su escuela no estaban capacitados para lidiar con eso y yo temía estar perdiendo a mis hijos”, señala. Con el tiempo se dio cuenta de que sus hijos estaban más calmados y felices cuando estaban jugando. Así empezó a inventar juegos en los que todos pudieran participar. Definió una sección de juegos en una esquina de la casa y les dijo a los niños que esa era su lugar seguro. En esa época, durante los años violentos de la segunda Intifada, las autoridades israelíes impusieron el toque de queda en la región de Belén donde ellos vivían. Cuando se levantaba el toque de queda, a veces brevemente, “otras mujeres corrían a comprar alimentos”, señala. “Yo corría a la agencia de noticias a comprar papeles, crayones, marcadores, cualquier cosa que me sirviera para hacerles juegos a mis hijos.” Cuando vio lo mucho que los juegos ayudaron a sus hijos a enfrentar la situación, Hroub, que creció en Dheisheh, un campo de refugiados en Belén, decidió ser profesora para ampliar su alcance. Se inscribió en el colegio, cumpliendo un sueño que había hecho a un lado en parte porque, a causa de la primera Intifada, los planteles de Cisjordania estaban cerrados cuando ella terminó la secundaria.
Ella ha estado al frente de sus grupos desde 2005. Ha refinado sus métodos, tomando juegos de sitios Web educativos y adaptándolos a la experiencia palestina. “Todo empieza con una idea”, explica. “Después la puse a prueba con mis hijos, después en el aula. Ahora todo el mundo la conoce.” Hroub indicó que piensa destinar el millón de dólares del premio para establecer una fundación que promueva los juegos. Aunque el ministerio palestino de Educación ha enviado a docenas de profesores para observar su salón de clases, sus métodos no se han arraigado realmente, algo que ella atribuye a la resistencia cultural de quienes piensan que jugar es frívolo. “Cada año es lo mismo”, asegura. “Los padres están impresionados: ¿Nuestros hijos están jugando en la escuela? Pero después empiezan a ver resultados.” No resultados en las calificaciones, sino resultados emocionales. Ella señala a un niño robusto que estuvo a punto de ser expulsado por bravucón. El padre del niño le rogó a Hroub que trabajara con él, cosa que ella aceptó a condición de que los padres prometieran no pegarle. El día del ejercicio con los globos, Hroub lo regañó dos veces pero también lo colmó de elogios cuando terminó su trabajo. Cuando agarró un lápiz ajeno y empujó a una niña, ella amablemente lo sentó junto a uno de los niños mejor portados. “Este niño que ven ahora es diferente del que entró en mi salón”, declara.
Hanan y sus estudiantes
Ese salón pintado de colores brillantes, situado en el segundo piso de la escuela Samiha Khalil, rompe profundamente con el aula tradicional de escritorios bien alineados. En clase de aritmética, los niños corren con números del 1 al 9, juntándose en parejas que sumen 10. Después lanzan pelotas con números nones a la boca de un conejo para aprender pares y nones. A la hora de los cuentos, Hroub se pone una peluca arcoíris sobre su mascada musulmana y una nariz de goma roja, para leer el cuento de una traviesa araña llamada “Sha-sha-sha-ban”. Ella incita a los niños hacia lo que llama formas de desacuerdo “pacíficas”, aunque el desacuerdo sea con ella misma. Un niño no estuvo de acuerdo con la decisión de cambiarlo de lugar por haberle pegado a un compañero. “Usted me oprimió, Miss”, aseguró Laith, de ocho años de edad. Lo resolvieron hablando. Hroub asegura que no es política y que vería con agrado que sus métodos se instituyeran en las escuelas israelíes.
Empero, en una pared de su aula hay un enorme mapa de la región que no reconoce la existencia de Israel. Cuando Hroub lleva a los niños por un recorrido imaginario por Jerusalén, ellos “visitan” sitios musulmanes y constitución, pero sin hacer mención de los judíos. Desde que se anunció el premio, algunos grupos pro-israelíes han criticado a la fundación porque el esposo de Hroub _ actualmente asesor legal de la Autoridad Palestina _ estuvo involucrado en 1980 en una emboscada tendida contra unos israelíes que trataban de restablecer una colonia en Hebrón. (Algunos sitios informativos palestinos lo han llamado el “cerebro” del ataque, pero un artículo de The New York Times de ese tiempo asegura que él simplemente ayudó.) Otros se quejan de que se haya honrado a una profesora palestina. Itamar Marcus _ que dirige un sitio que monitorea declaraciones anti-israelíes y anti-semitas en los medios informativos árabes y siempre se ha quejado de que las escuelas palestinas enseñan a odiar a los estudiantes _ declaró que aunque Hroub fuera una excelente profesora, el premio sería visto por el ministerio palestino de Educación como “una confirmación de que lo que está haciendo está bien”. Marcus se quejó de que haya 25 escuelas palestinas que llevan el nombre de un militante que mató judíos o israelíes, y que en los torneos deportivos juveniles igualmente se honre a los llamados mártires. Agregó que los videos trasmitidos en la televisión palestina que muestran a los niños de escuela alabando tales ataques indican que se le s está educando para hacer eso. Jamal Dajani, vocero del gobierno palestino, descartó esa afirmación. Los niños palestinos son sometidos continuamente por soldados y colonos israelíes que les ponen la pistola en la cara”, afirmó. “Eso es motivo suficiente de incitación.” Hroub descartó toda pregunta sobre política. “Soy profesora; eso es lo que soy”, afirma. “No puedo cambiar la historia, lo que sucedió hace diez o veinte años.”
Hanan enseñando una lección
De vuelta con su grupo, ella suspende el ejercicio de aritmética con globos pues no está dando resultado. Para cambiar los ánimos, ella muestra un video de YouTube de un bebé riendo y los estudiantes se desternillan de risa. Lanzan los globos al aire, los pisotean y bailan. Cantan sobre una abuela palestina y hablan de higiene dental. Y por último se acomodan tranquilamente para hacer ejercicios de lenguaje. Con una sonrisa, Hroub pinta una marca bajo la carita sonriente de la pizarra. “¡Otra, Miss! ¡Merecemos otra!”, grita una niña. La “Miss” pinta otras dos rayitas suscitando vivas de los niños. La carita sonriente y la triste tienen ahora el mismo número de marcas.
Hanan y sus estudiantes aprendiendo en los exteriores de la escuela.
Fuente: Diaa Hadid, The New York Times / Periódico AM
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